Esa mañana se levantó agitada, no sabía exactamente porqué ni era capaz de averiguarlo, pero algo dentro de ella hacía que se sintiese ansiosa y algo descolocada.
Abrió la puerta de casa para intentar relajarse con la primera bocanada de aire fresco de la mañana. El sonido del viento rozando con las hojas de los árboles la tranquilizó. Era como terapéutico. A Ailín le encantaba la naturaleza y por esa misma razón había decidido dejar la ciudad hace tres años para comprarse y construir una nueva vida en el campo. Rodeada de todo lo que le hacía feliz; el sonido de los pájaros, el color neutro del amanecer y el aire limpio que la sacaba de su letargo. (más…)